miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hoy día Mundial del Alzheimer no quiero olvidarme de esta enfermedad y mucho menos de las 600.000 personas afectadas por la misma en nuestro país.
            Humildemente voy a cometer la osadía  de hablarles en nombre de los que no recuerdan y no pueden expresar lo que sienten.
            Me atrevo  a pensar que si pudieran  hablarnos  nos dirían, que cuando nos miran desde el vacío de su mente y nos  sonríen, nos están dando mucho más de lo que nos creemos.
 Nos pedirían que entendamos sus olvidos y comprensión cuando nos preguntan reiterativamente las mismas cosas e  intentamos  razonar con ellos.
            Nos dirían que a  pesar de  su desorientación en el  tiempo, de sus cambios de humor, de su pérdidas de iniciativa, y el desorden que provocan con sus cosas, desean ser comprendidos y queridos.
Seguro que desde su inexpresividad nos desearían expresar su deseo de ser escuchados a pesar de mostrar su falta de interés en nuestras conversaciones.
Aunque no puedan articular muchas palabras, y su lenguaje sea cada vez más pobre, nos pedirán que interpretemos sus gestos. Nos obligarán así  a agudizar nuestra mente para ser intérpretes de sus olvidos.
No se olvidarán de expresarnos que cuando se sienten a gusto se muestran relajados y tranquilos, pero de lo contrario nos pueden gritar y chillar. Y que si usamos nuestro contacto físico para tranquilizarlos nos lo agradecerán.
            Y sobre todo desde sus olvidos nos recordarían que aunque hayan perdido la memoria de su  cerebro enfermo, la memoría afectiva no la han perdido ni están dispuestos a perderla.
            Por todo lo que nos dicen y lo que no nos dicen, lo que nos han enseñado y nos siguen enseñando, sus olvidos nunca pueden ser nuestros olvidos.



lunes, 5 de septiembre de 2011
         
               Desde que nacemos pasamos nuestra vida viendo, conociendo y aprendiendo. En este último cometido tienen protagonismo  fundamental los abuelos, que en ausencia de los padres nos inician también en los  “veres y saberes”  de este mundo.
            Quiero traer aquí la escena que me brindaron días pasados una abuela y su nieta en un centro comercial. Entre anuncios de megafonía de las rebajas más rebajadas del año, oigo como esta abuela invita a la niña  a subir a una tarima donde se asienta una maniquí: “Sube que no pasa nada”. le dice a la niña que  temerosa, se agarra con fuerza  a la abuela. “Vamos, sube, tócala que no hace nada”, le insiste, dándole confianza: “Mira esta es una señorita ¿ves? tiene un  vestido y  chaqueta. Acércate, tócale el pié  y dile hola”, añade. Para ayudar a su nieta ella misma se sube a la tarima, siendo seguida por la menor  que finalmente toca a la maniquí y le dice hola. Al no ser contestada mira a su abuela pidiéndole explicaciones sobre la actitud mal educada de la maniquí en cuestión. “No te contesta porque es de madera”  le dice la abuela invitándola  a  tocarla  de nuevo.
            Tranquila y desinhibida, la niña corretea por todas las dependencias siendo  seguida por la abuela en la búsqueda y captura de nuevas maniquíes. A todas las que encuentra saluda: “hola, hola, hola” repite sin parar, hasta que se tropieza con  un maniquí masculino. Se detiene y deja de hablar. “Este es un señor, mira, tiene pantalones y camisa” le dice la abuela. De repente sale por detrás de este maniquí un dependiente que saluda sonriente a la niña. Ésta, asustada huye hacia la abuela gritando: “Este maniquí habla, no es de madera”. 
Sin más explicaciones y dando por finalizado el juego, la abuela se concentra ahora en el encuentro con  la madre de la menor que sale de los probadores.
Abuela, en ese momento hubiera sido necesaria una ampliación de su pedagogía  ya que todo menor necesita poder diferenciar  a los “personajes de madera” que no se  mueven y  mantienen en la tarima esperando a que los contemplen de los que no teniendo madera en su constitución se mantienen estáticos y mudos como un maniquí y los que con esa mezcla de maniquí y humano nos obsequian con sus sonrisas y saludos esperando nuestras peticiones.
 Esto no se hace, abuela  porque nos podemos encontrar en un futuro con una una revuelta de jóvenes que no han recibido las explicaciones adecuadas en el momento oportuno.




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