Son
muchas las semanas que se lleva hablando de los funcionarios y muchas las
páginas que han analizado su función, sus eficacias y sus ineficacias. Se ha
filosofado elucubrando de dónde vienen, su necesidad de existir, cómo llegaron
al planeta tierra y hacia donde van….
Cuantitativamente
los porcentajes de referencias a sus ineficacias e inutilidades desbancan a los
de sus eficacias y utilidades. La criminalización de su función ha sido tal que
se les ha llegado a hacer responsables
de la desorganización administrativa, de los desajustes y dejaciones de la vida
social e incluso se les ha responsabilizado de la crisis económica. Estoy
buscando alguna referencia además de su responsabilidad en las revueltas de la
primavera árabe, la fabricación de la bomba atómica, del hambre en África, la desertización del planeta en incluso de la
ausencia de lluvias (a ver si las nieves que han caído estos dos últimos días
ha sido porque algún funcionario se ha puesto a trabajar y ya no es necesario
sacar vírgenes ni santos en rogativa por los campos)
Cuando
la crisis no vivía entre nosotros a los funcionarios se les colocaba en la
administración y servicios públicos y se les exigía que atendieran las demandas
de los ciudadanos, tramitaran sus solicitudes, gestionaran sus recursos y
atendieran las necesidades Ahora simplemente se les exige que dejen de
existir…
Lo
preocupante es ver como se confunde al funcionario con la clase política haciéndoles
responsables de la grave crisis económica y social en la que estamos, sin
reconocer que su trabajo está planificado, reglamentado y legislado por los
políticos de turno. El estado ha hecho de los funcionarios su chivo expiatorio
para eludir sus responsabilidades.
No solo
los ciudadanos expresan su malestar con la función pública, también los
funcionarios se desengañan viendo como desde maniobras políticas, sindicales y
corporativistas se toman decisiones de organización de su trabajo no en base a
su rendimiento sino por los intereses de los gobernantes y jefes serviles de
turno.
Claro
que la gestión y el servicio de la función pública se puede mejorar, y se puede hacer la ética mucho más estética, pero
lo que no se sostiene es que la solución sea la destrucción de todo funcionario que nos encontremos por
el camino.
Todos
aquellos que quieren mandar a galeras a quienes cada día atienden sus
reivindicaciones de trabajo digno, la educación de sus hijos, la salud de sus
familiares enfermos y la suya propia, la
atención a sus ancianos dependientes, la seguridad y el mantenimiento de los
servicios públicos y la permanencia de sus servicios sociales, deberían ser
conscientes que son parte de una sociedad que no se merece vivir bajo mínimos ni
hacer a sus funcionarios responsables de una crisis inventada por el sector
financiero en contubernio con la clase política corrupta.