martes, 10 de septiembre de 2019

          Después de largos meses de ausencia, me acerco de nuevo a desempolvar los muebles abandonados, abrir puertas y ventanas, correr cortinas y dejar que entre de nuevo la luz que había apagado en este rincón.
         Son muchas las experiencias vividas y muchos los puntos de inflexión. Hay un antes y un después de cada instante, cada experiencia y cada ausencia. Pero lo esencial siempre queda y permanecerá.
         Nunca he dejado de ser fiel al “pienso luego insisto” con el que titulé este blog. Por eso  al abrir de nuevo esta puerta he querido hacerlo con  la visita  a un  mercado callejero. Hacía tiempo que no lo hacía. Una  mañana calurosa y ociosa de este verano me ha invitado a caminar entre sus puestos, su gente y sus variopintos vendedores.
         Nada más entrar, oigo al primer vendedor ofreciendo “la percha entera, a 10 euritos” “Vamos que hoy toca calidad”, añade. Empezamos bien, me digo. Esto promete. Sin apenas poder ver la percha entera, desde el puesto de al lado, me llevan a la playa por 5 euros con todas las toallas, “mejores que las de Portugal” “que si se entera mi suegra, me quita la chica”, grita su vendedor. Me detengo a ver las maravillosas toallas, pero no puedo permanecer mucho tiempo porque desde el fondo oigo como alguien grita aún más, bajando el precio de lo suyo.  “Vamos chicas que lo rebajo, antes era a 5 y te lo dejo todo a 2 euros. Hoy la que entiende, aprovecha”….
          Las ofertas se están poniendo cada vez más interesantes. Pero no pasan dos segundos cuando surge la contraoferta, mucho más sugerente. Entre vestidos, pantalones, blusas, camisetas, sale una señora, elevando su voz “liquidando”. “Lo liquido todo”, dice y “cuando tenga para el divorcio me marcho a Miami “. Aquí me tengo que detener. Esta mujer  no tiene precio, no cabe duda. Y creo que es más auténtica que el género que vende. Cuando me tiene en su punto de mira, se acerca sonriente y me dice: “Vamos nena, que lo tengo todo, de todas las tallas con todos  los talles, talle alto, talle bajo”…. Seguro que si le pregunto, me oferta además el mejor viaje a Miami.
         Camino entre el murmullo  de la  gente e  intento salir a un lugar más relajado. Oigo, ahora más bajito, desde el fondo de un decorado de cojines de múltiples colores una voz cameladora que me saluda: “hola, soy Edu, Feliz Navidad “. ¿Cómo? ¿Llegó la Navidad? Por fin la paz, me digo. Prefiero no quedarme porque si continúo, me temo que llegaré al puesto de los turrones y mazapanes y ahí seguro que me pierdo.
         Ya fuera del recinto del mercado, me acerco a un bar cercano  para tomarme una cerveza. Necesito relajarme. Busco un  periódico que acompañe mi rato de relax. Empiezo a caminar por sus páginas y creyendo haber salido  de la marabunta  del mercado  me encuentro  con otro  . Este me supera.
         Pasan por mis ojos, políticos vendiendo palabras, apretones de manos, sonrisas ficticias, pactos, coaliciones, colaboraciones, vicepresidencias, ministerios….  Estos sí  que se lo quitan  de las manos.  Unos se levantan de los sillones, otros  buscan sillas y huyen de los puestos de decoración. Todos luchan con material social y de pura izquierda, dicen. Pero nada es suficiente, quieren más. Que no se fían dicen  y tampoco fían nada. Que se abstienen y que no les quedará otro remedio que comprarse, que el no es no  y no hay tal vez si tú no cambias y si cambias puede que si, puede que no, que no te apoyo gratis, que si te pones así me voy a las elecciones y te dejo.
         Este mercado ha logrado agobiarme. Necesito respirar. Vuelvo al que dejé. Me quedaré en el puesto de Edu. “Feliz Navidad” .Y después de navidad igual me marcho a Miami con la vendedora de los pantalones.

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