Recientemente
leía el artículo firmado por Irene Vallejo, “El demonio del mediodía”, cuyo
contenido y alguno de sus párrafos me ha dado motivo para el título de este
post. Dice Irene que hoy en día lo habitual es la atención menguante y saltarina….
Yo
añado que lo habitual también es desenvolvernos en la atención estandarizada, y
programada, de tal forma que se hacen valoraciones subjetivas justificando una
irreal e inexistente objetividad. Así se valoran muchos hechos, escritos,
pruebas, exámenes y a personas, sin tener en cuenta que todo acontecimiento necesita
de adecuado feedback, haciendo uso de una retroalimentación global que evite
ambigüedades y encorsetamientos.
La mirada y la falta de entendimiento se hacen
bucle cuando algunas personas tienen enfrente a otra a la que le ha descubierto
sus ojos de Guadiana interpretando que esto es bueno ahora y luego lo mismo no
lo es. La forma de este bucle se
describe por si sola: incomprensión, encorsetamiento, subjetividad, falta de empatía,
rigidez, inseguridad, sin interrupciones….
Toda
esta reflexión me surge al ver como cada vez más la rigidez en los
comportamientos y las valoraciones que se hacen están nutridos en el
pensamiento único alimentado de ítems enlatados sin opción a otras respuestas
que no sean las que están previamente programadas, queriendo emular una
inteligencia artificial que deshumaniza y está perdiendo todo atisbo de ética
en nuestras relaciones.
Con
este tipo de relaciones y actitudes, “nos define un volátil entramado de
cegueras y clarividencias”. Y lo más preocupante es llegar a compartir la
conclusión de “dime que entiendes y atiendes y te diré quién eres”, al analizar
el bucle de la incomprensión.
Nos llevan varias semanas recordando
desde todos los medios de comunicación la celebración del día de la madre, una
fiesta instaurada en nuestro calendario que marca la estela de los hábitos consumistas.
Lo que era un día de reconocimiento a
las madres, se ha convertido en otra fiesta del consumo.
Los centros comerciales le sacan partido, con sus ofertas
de regalos especiales y hasta las loterías nacionales sacan su premio
extraordinario del día, este año con el eslogan “si me toca le arreglo la casa
del pueblo a mis padres”. No hay límites para el consumo. Todo es posible en este día.
Esta programación
teledirigida al gasto compulsivo justificando la importancia de las madres
también se puede realizar revirtiendo los regalos, siendo los hijos los que recibiéramos
todos los que nuestras madres nos han ido
dejando desde el legado de los primeros pasos de nuestra vida, regalos envueltos
en sabiduría, fortaleza, paciencia, presencia y amor incondicional. Sin olvidar
su protección en todo el proceso de nuestro crecimiento y su generosidad enseñándonos
a ser libres.
Cuando nuestras madres ya no están con nosotr@s, recibir
regalos revertidos es aún más especial. Recordar su permanente sonrisa, la serenidad
y paciencia que dejó en el sillón en el que ahora tú te sientas, el camino que
recorriste junto a ella de forma pausada y segura, esa conversación llena de consejos,
las canciones coreadas con su voz acompasada, esos escritos y apuntes de su
historia de vida y cada cumpleaños celebrando un año más de estar a su lado …. Todo
un lujo en el envoltorio del único y más valioso regalo que es haber tenido el
privilegio de ser su hijo ó hija.
Es una realidad que
a los servicios de nuestras administraciones no
se puede acceder sin cita previa.
Y para ello se ha institucionalizado la petición de dicha cita a través
de internet o llamadas de teléfono a números programados. Pero y si se carece de internet o teléfono? , ¿qué
otra opción existe?
Desde este
escenario empieza mi aventura esta mañana. Acudo a la administración autonómica
de hacienda para gestionar unos trámites necesarios con la cumplimentación de los formularios diseñados
para hacer efectiva mi solicitud. Me dirijo a la puerta de entrada donde se
encuentra el vigilante de turno que me pregunta a dónde voy. Le indico la
sección e inmediatamente saca su listado de usuarios a la vez que me pregunta
si tengo cita. Le digo que no la tengo y sin dudarlo cual máquina automática me
recita el protocolo: “si no tiene cita, tiene que solicitarla o por internet o
a través de llamada telefónica” y a su vez me acerca un papelito con la
dirección de internet y los números de teléfono a los que he de llamar. Cuando le digo que no tengo internet ni
teléfono, su cara cambia por completo mirándome como si estuviera viendo un
extraterrestre. Ante esa circunstancia insólita para él, vuelve la cabeza hacia
mi acompañante y le pregunta si tiene teléfono. Al contestarle que tampoco lo tiene,
su rostro se transforma totalmente, pensando seguramente que no está ante un
extraterrestre sino ante dos. Se nota
que no acaba de creérselo e insiste de
nuevo con la necesidad del teléfono. De
acuerdo, le digo,” pero si no tengo teléfono ¿desde dónde llamo? porque no hay
cabinas telefónicas ya para hacerlo”. El joven y casi imberbe vigilante ahora
siente que le hablo en chino (¿qué es eso de la cabina telefónica?, me imagino que se está preguntando).
Constatado, dos extraterrestres hablando a un vigilante en lenguaje de
otro mundo.
Al no tener ante
mis carencias respuesta por su parte y ver la insistencia de pedir cita por la
mía, con la intención de dirigirme a la
sección correspondiente, consulta a su
vigilante superior, que no da crédito a
mi circunstancia ni tiene argumentos
para impedirme la entrada, ante lo cual, me indica que pase a la ventanilla de
información y pida allí la cita. Pasamos, bajo las normas de la siguiente parte
del protocolo, dejando carpetas, bolsos por la cinta de control de seguridad y
en este caso mirándonos de forma más exhaustiva si cabe que al resto. No
olvidemos que entran dos extraterrestres en el edificio.
Una vez en el hall del edificio, sin perdernos de
vista los vigilantes, acudo a la ventanilla de
información, donde el funcionario de turno, con cara de pocos amigos y
ganas de acabar su jornada de trabajo, me pregunta qué deseo. Le digo que me
envía el vigilante a pedir cita para la sección de hacienda. Ante esta demanda
tan absurda para él, me repite el protocolo: “tiene que llamar por teléfono ó
pedirlo por internet”. Ya en mi posición
de extraterrestre consolidada, le repito de nuevo que carezco de ambos
servicios. Con cara de menos amigos que la del inicio de la conversación, me
contesta: “pues Vd verá, pero no le van
a atender sin cita”.
Lo vi muy claro,
sin plan B por parte de ninguno de los funcionarios, me dirijo a la sección de
hacienda para pedir directamente la cita. Es entonces cuando corriendo se me
acerca el vigilante jefe para indicarme que no puedo pasar allí. Le digo que en información no me han dado
respuesta ni cita y por eso voy a solicitarla personalmente porque no tengo
otra opción. Si no me deja pasar, mi pensamiento de extraterrestre, se centra
en pedirle su teléfono para llamar.
Viendo que seguía caminando hacia la sección, me dice: “de acuerdo pase,
pero sin carpeta” (esto es porque no saben bien lo que los extraterrestres
llevamos entre manos) . “Cómo que sin carpeta y porqué”, le digo. “Que se las recoja su acompañante (a quien
por supuesto no deja pasar)”, me dice.
Esto ya es surrealista
total. “Mire, no voy a dejar las
carpetas a nadie y voy a pasar”, le digo. “Vale, vale, pero pase usted sola”, me indica y se queda vigilando tanto
mis pasos, como los movimientos de mi acompañante.
Entro finalmente en
la sección de hacienda donde me atiende el funcionario de la lista de citas,
dando por hecho que llego allí con la mía. Me pide el nombre y le digo que no
la tengo y que voy a pedirla. Otra vez tengo que escuchar el protocolo y de
nuevo respondo de mis carencias. Sin demora me indica que espere y se comunica con la
funcionaria citadora de citas que
presunta y posiblemente ha sido avisada desde teléfono interno por el vigilante jefe de la visita de una
extraterrestre. Me atiende amablemente, pidiéndome el motivo de la cita y tras entrar en su despacho, la formaliza,
imprime y me la entrega en formato logotipado,
con el día y la hora a acudir.
Se despide
diciéndome que si le doy mi correo electrónico, me mandará un email
recordándomelo. “Es que no tengo internet”, le digo. Es entonces cuando veo en
su cara su recuerdo de que soy extraterrestre. “No pasa nada, sin problema,”,
me dice.
Si en todo este
proceso, suena un teléfono, estoy segura que me registran.
He podido comprobar
cómo sin internet ni teléfono, nos deshumanizan
y convierten en seres extraños, a los
que no nos entienden, nos miran raro y por supuesto no nos creen. Es evidente
que se necesitan protocolos menos informatizados y más humanos.
A menudo en los procesos de cambio de nuestras vidas, en momentos
traumáticos o ante la pérdida de seres queridos, nos intentamos consolar con la
conocida frase “hay que seguir adelante, que la vida continúa” … porque no se detiene,
porque como nos canta Serrat: “Todo pasa y todo queda y lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos…”
Pero
también es cierto que la vida es un relato lleno de párrafos, con sus puntos
seguidos y sus puntos y aparte. En el punto y seguido de nuestro relato vital
separamos hechos para comenzar con otros incluidos dentro del mismo
párrafo.
En
el punto y aparte sin abandonar el argumento, cambiamos de escenario. Su
utilidad se hace necesaria y ayuda a no perder el interés, no hacerse
repetitivo y por el contrario propiciar una diferencia en el razonamiento que
se estaba siguiendo.
Es
así como la vida utiliza en los relatos de ausencias sus puntos y seguidos
envueltos de recuerdos, sonidos, charlas, sonrisas, nostalgias…. pero necesita
hacer uso de sus puntos y aparte, porque todo cambia, nada es igual. Y aunque
permanezcan los lugares y los recuerdos, los puntos y seguidos cada vez han de
dar paso a los puntos y aparte evitando así que nuestros razonamientos se
alarguen y enquisten argumentos que impidan continuar en la lectura sosegada de
nuestra vida.
Sabíamos de las costumbres de los ratones merodeando entre alcantarillas y saliendo a la superficie en busca de toda clase de alimentos. Sabíamos del tópico de su afición a mordisquear quesos a escondidas y como se escabullen por los agujeros más diminutos que encuentran a su paso. Sabíamos y sabemos que los ratones acechan por las esquinas, salen, miran, reconocen los alrededores de sus madrigueras y entran de nuevo a disfrutar de los manjares que recogen.
Creíamos que lo sabíamos todo de los
ratones, hasta que un día uno de ellos se escabulló entre el hueco de un
enchufe olvidado y se adentró en el despacho de una funcionaria, inspeccionó
los archivos, recorrió expedientes, buscó comida hasta encontrar el manjar de
bombones escondidos, los degustó y como
postre se entretuvo royendo obsoletos
expedientes de papel, dejando a su paso su impronta característica de diminutos
excrementos.
Y llegados a este momento del relato
no podemos por menos que reflexionar sobre lo ocurrido:
¿Cómo ha
aparecido este ratón
en el despacho de la funcionaria más animalista de la plantilla y la más reticente a eliminar el papel de los
archivos?
¿Qué tienen esos
archivos que tanto interés ha suscitado en este animal y qué mensaje trae con
su visita inesperada?
¿Hay otra realidad
detrás del papel que interese tanto al inoportuno ratón?
¿Ha venido por
iniciativa propia ó ha sido enviado por alguien?
¿Ha encontrado lo
que buscaba ó buscando encontró lo que no quería?
Y lo que más inquieta, ¿volverá?. Para evitar
que esto ocurra, se activó el protocolo de tapado de agujeros, colocación de
trampas y limpieza exhaustiva de restos del festejo. Con todo este
procedimiento, el ratón desaparece.
Desaparecen su rastro pero surgen nuevas elucubraciones: ¿realmente era
un animal perdido en busca de comida ó la comida fue una excusa para hacer desaparecer los archivos de papel que
tienen que estar ya eliminados? Las
huellas de sus dientes delatan más
animadversión que gusto y sin duda el susodicho se ha delatado como defensor
del archivo digital.
En esta conversión el ratón funcionario, se aparece de nuevo. Ahora
haciendo de las suyas precisamente en el
ordenador de la misma funcionaria a la que atacó sus expedientes. Pulula por la pantalla, actualizándose todos
los días, le impide fichar, tan pronto le saluda como desaparece y deja un
hueco negro en busca de la señal perdida. Otra vez a poner en marchar nuevos servicios
de limpieza en el viejo ordenador,
saliendo, entrando , reiniciando en busca de la señal perdida , e instalando finalmente uno nuevo. En la nueva morada seguro que desaparece el maldito ratón. Pues no. Saluda , da la bienvenida y se presenta como portero pidiendo la contraseña.
Anda que no ha aprendido el ratoncito. ..
Nuevos funcionarios
acuden al auxilio para que la señal vuelva y por fin se pueda entrar a
la morada del registro digital. Pero me temo que de las artimañas de este
nuevo ratón reconvertido no nos salvamos. Seguirá haciendo de las suyas seguro.
Que nos pillen confesados a todos ...
El maullido es la voz que caracteriza a los
gatos Siempre ha sido una de las formas de expresarse y comunicarse con sus
colegas felinos y sus dueños. Como el resto de los seres vivos algunos son más
precoces que otros y empiezan pronto a lanzar sus maullidos a diestro y
siniestro. Excepto mi gata Leo que cuando la llamo, me mira, se acerca, mueve la cola, ronronea,
pero no dice ni mu.
Será que es pequeña aún, me decía yo.
Ya maullará…. Pero después de año y medio de vida, su hermano gemelo maúlla y maúlla
como una cotorra y Leo sin emitir un sonido.
Descartada su sordera, a ver si es
autista, pienso , que como la recogí en
el abandono igual tiene un trauma ó le
están haciendo bullying sus colegas felinos. Esto no es normal. Me preocupa su largo silencio. Así que, decido
llevarla al veterinario. Necesita logopeda
seguro, me digo. La recojo en su trasportín y ya en el coche, una vez
que oye el sonido del motor, de repente oigo un fuerte y largo maullido. No me
lo puedo creer, mi gata habla. Terapia de choque casera, no programada.
Funciona.
Ahora maúlla y maúlla, aunque bajito
para no quedar mucho en evidencia. Por si tiene que utilizar de nuevo su
silencio para llamar la atención.
La experiencia con mi gata me recuerda
a la del abuelo de mi amiga que en una
ocasión también perdió la voz y
preocupada la familia, lo llevan al médico de urgencias y una vez allí, cuando le pregunta su doctor qué es lo que le pasa , contesta sin problema
que no sabe pero que de repente dejó de hablar. Terapia de acercamiento médico
ante llamadas de atención sistemáticas. Funciona.
Les pasa a los gatos, les pasa a los
humanos. El autismo selectivo existe. Las llamadas de atención cada uno las
manifiesta de diferentes formas. Pero ante la terapia de choque funciona, si me
pones en apuros, te hablo, te maúllo y si es necesario canto la Traviata.
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