Después de largos
meses de ausencia, me acerco de nuevo a desempolvar los muebles abandonados,
abrir puertas y ventanas, correr cortinas y dejar que entre de nuevo la luz que
había apagado en este rincón.
Son muchas las experiencias vividas y
muchos los puntos de inflexión. Hay un antes y un después de cada instante,
cada experiencia y cada ausencia. Pero lo esencial siempre queda y permanecerá.
Nunca he dejado de ser fiel al “pienso
luego insisto” con el que titulé este blog. Por eso al abrir de nuevo esta puerta he querido hacerlo con la visita a un
mercado callejero. Hacía tiempo que no lo hacía. Una mañana calurosa y ociosa de este verano me ha
invitado a caminar entre sus puestos, su gente y sus variopintos vendedores.
Nada más entrar, oigo al primer
vendedor ofreciendo “la percha entera, a 10 euritos” “Vamos que hoy toca
calidad”, añade. Empezamos bien, me digo. Esto promete. Sin apenas poder ver la
percha entera, desde el puesto de al lado, me llevan a la playa por 5 euros con
todas las toallas, “mejores que las de Portugal” “que si se entera mi suegra,
me quita la chica”, grita su vendedor. Me detengo a ver las maravillosas
toallas, pero no puedo permanecer mucho tiempo porque desde el fondo oigo como
alguien grita aún más, bajando el precio de lo suyo. “Vamos chicas que lo rebajo, antes era a 5 y
te lo dejo todo a 2 euros. Hoy la que entiende, aprovecha”….
Las ofertas se están poniendo cada vez más
interesantes. Pero no pasan dos segundos cuando surge la contraoferta, mucho
más sugerente. Entre vestidos, pantalones, blusas, camisetas, sale una señora,
elevando su voz “liquidando”. “Lo liquido todo”, dice y “cuando tenga para el
divorcio me marcho a Miami “. Aquí me tengo que detener. Esta mujer no tiene precio, no cabe duda. Y creo que es
más auténtica que el género que vende. Cuando me tiene en su punto de mira, se
acerca sonriente y me dice: “Vamos nena, que lo tengo todo, de todas las tallas
con todos los talles, talle alto, talle
bajo”…. Seguro que si le pregunto, me oferta además el mejor viaje a Miami.
Camino entre el murmullo de la
gente e intento salir a un lugar
más relajado. Oigo, ahora más bajito, desde el fondo de un decorado de cojines
de múltiples colores una voz cameladora que me saluda: “hola, soy Edu, Feliz
Navidad “. ¿Cómo? ¿Llegó la Navidad? Por fin la paz, me digo. Prefiero no
quedarme porque si continúo, me temo que llegaré al puesto de los turrones y
mazapanes y ahí seguro que me pierdo.
Ya fuera del recinto del mercado, me
acerco a un bar cercano para tomarme una
cerveza. Necesito relajarme. Busco un periódico que acompañe mi rato de relax. Empiezo
a caminar por sus páginas y creyendo haber salido de la marabunta del mercado me encuentro
con otro . Este me supera.
Pasan por mis ojos, políticos vendiendo
palabras, apretones de manos, sonrisas ficticias, pactos, coaliciones,
colaboraciones, vicepresidencias, ministerios…. Estos sí que se lo quitan de las manos. Unos se levantan de los sillones, otros buscan sillas y huyen de los puestos de
decoración. Todos luchan con material social y de pura izquierda, dicen. Pero
nada es suficiente, quieren más. Que no se fían dicen y tampoco fían nada. Que se abstienen y que no
les quedará otro remedio que comprarse, que el no es no y no hay tal vez si tú no cambias y si
cambias puede que si, puede que no, que no te apoyo gratis, que si te pones así
me voy a las elecciones y te dejo.
Este mercado ha logrado agobiarme.
Necesito respirar. Vuelvo al que dejé. Me quedaré en el puesto de Edu. “Feliz
Navidad” .Y después de navidad igual me marcho a Miami con la vendedora de los
pantalones.