Hoy día Mundial del Alzheimer no quiero olvidarme de esta enfermedad y mucho menos de las 600.000 personas afectadas por la misma en nuestro país.
Humildemente voy a cometer la osadía de hablarles en nombre de los que no recuerdan y no pueden expresar lo que sienten.
Me atrevo a pensar que si pudieran hablarnos nos dirían, que cuando nos miran desde el vacío de su mente y nos sonríen, nos están dando mucho más de lo que nos creemos.
Nos pedirían que entendamos sus olvidos y comprensión cuando nos preguntan reiterativamente las mismas cosas e intentamos razonar con ellos.
Nos dirían que a pesar de su desorientación en el tiempo, de sus cambios de humor, de su pérdidas de iniciativa, y el desorden que provocan con sus cosas, desean ser comprendidos y queridos.
Seguro que desde su inexpresividad nos desearían expresar su deseo de ser escuchados a pesar de mostrar su falta de interés en nuestras conversaciones.
Aunque no puedan articular muchas palabras, y su lenguaje sea cada vez más pobre, nos pedirán que interpretemos sus gestos. Nos obligarán así a agudizar nuestra mente para ser intérpretes de sus olvidos.
No se olvidarán de expresarnos que cuando se sienten a gusto se muestran relajados y tranquilos, pero de lo contrario nos pueden gritar y chillar. Y que si usamos nuestro contacto físico para tranquilizarlos nos lo agradecerán.
Y sobre todo desde sus olvidos nos recordarían que aunque hayan perdido la memoria de su cerebro enfermo, la memoría afectiva no la han perdido ni están dispuestos a perderla.
Por todo lo que nos dicen y lo que no nos dicen, lo que nos han enseñado y nos siguen enseñando, sus olvidos nunca pueden ser nuestros olvidos.
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