Es una realidad que
a los servicios de nuestras administraciones no
se puede acceder sin cita previa.
Y para ello se ha institucionalizado la petición de dicha cita a través
de internet o llamadas de teléfono a números programados. Pero y si se carece de internet o teléfono? , ¿qué
otra opción existe?
Desde este
escenario empieza mi aventura esta mañana. Acudo a la administración autonómica
de hacienda para gestionar unos trámites necesarios con la cumplimentación de los formularios diseñados
para hacer efectiva mi solicitud. Me dirijo a la puerta de entrada donde se
encuentra el vigilante de turno que me pregunta a dónde voy. Le indico la
sección e inmediatamente saca su listado de usuarios a la vez que me pregunta
si tengo cita. Le digo que no la tengo y sin dudarlo cual máquina automática me
recita el protocolo: “si no tiene cita, tiene que solicitarla o por internet o
a través de llamada telefónica” y a su vez me acerca un papelito con la
dirección de internet y los números de teléfono a los que he de llamar. Cuando le digo que no tengo internet ni
teléfono, su cara cambia por completo mirándome como si estuviera viendo un
extraterrestre. Ante esa circunstancia insólita para él, vuelve la cabeza hacia
mi acompañante y le pregunta si tiene teléfono. Al contestarle que tampoco lo tiene,
su rostro se transforma totalmente, pensando seguramente que no está ante un
extraterrestre sino ante dos. Se nota
que no acaba de creérselo e insiste de
nuevo con la necesidad del teléfono. De
acuerdo, le digo,” pero si no tengo teléfono ¿desde dónde llamo? porque no hay
cabinas telefónicas ya para hacerlo”. El joven y casi imberbe vigilante ahora
siente que le hablo en chino (¿qué es eso de la cabina telefónica?, me imagino que se está preguntando).
Constatado, dos extraterrestres hablando a un vigilante en lenguaje de
otro mundo.
Al no tener ante
mis carencias respuesta por su parte y ver la insistencia de pedir cita por la
mía, con la intención de dirigirme a la
sección correspondiente, consulta a su
vigilante superior, que no da crédito a
mi circunstancia ni tiene argumentos
para impedirme la entrada, ante lo cual, me indica que pase a la ventanilla de
información y pida allí la cita. Pasamos, bajo las normas de la siguiente parte
del protocolo, dejando carpetas, bolsos por la cinta de control de seguridad y
en este caso mirándonos de forma más exhaustiva si cabe que al resto. No
olvidemos que entran dos extraterrestres en el edificio.
Una vez en el hall del edificio, sin perdernos de
vista los vigilantes, acudo a la ventanilla de
información, donde el funcionario de turno, con cara de pocos amigos y
ganas de acabar su jornada de trabajo, me pregunta qué deseo. Le digo que me
envía el vigilante a pedir cita para la sección de hacienda. Ante esta demanda
tan absurda para él, me repite el protocolo: “tiene que llamar por teléfono ó
pedirlo por internet”. Ya en mi posición
de extraterrestre consolidada, le repito de nuevo que carezco de ambos
servicios. Con cara de menos amigos que la del inicio de la conversación, me
contesta: “pues Vd verá, pero no le van
a atender sin cita”.
Lo vi muy claro,
sin plan B por parte de ninguno de los funcionarios, me dirijo a la sección de
hacienda para pedir directamente la cita. Es entonces cuando corriendo se me
acerca el vigilante jefe para indicarme que no puedo pasar allí. Le digo que en información no me han dado
respuesta ni cita y por eso voy a solicitarla personalmente porque no tengo
otra opción. Si no me deja pasar, mi pensamiento de extraterrestre, se centra
en pedirle su teléfono para llamar.
Viendo que seguía caminando hacia la sección, me dice: “de acuerdo pase,
pero sin carpeta” (esto es porque no saben bien lo que los extraterrestres
llevamos entre manos) . “Cómo que sin carpeta y porqué”, le digo. “Que se las recoja su acompañante (a quien
por supuesto no deja pasar)”, me dice.
Esto ya es surrealista
total. “Mire, no voy a dejar las
carpetas a nadie y voy a pasar”, le digo. “Vale, vale, pero pase usted sola”, me indica y se queda vigilando tanto
mis pasos, como los movimientos de mi acompañante.
Entro finalmente en
la sección de hacienda donde me atiende el funcionario de la lista de citas,
dando por hecho que llego allí con la mía. Me pide el nombre y le digo que no
la tengo y que voy a pedirla. Otra vez tengo que escuchar el protocolo y de
nuevo respondo de mis carencias. Sin demora me indica que espere y se comunica con la
funcionaria citadora de citas que
presunta y posiblemente ha sido avisada desde teléfono interno por el vigilante jefe de la visita de una
extraterrestre. Me atiende amablemente, pidiéndome el motivo de la cita y tras entrar en su despacho, la formaliza,
imprime y me la entrega en formato logotipado,
con el día y la hora a acudir.
Se despide
diciéndome que si le doy mi correo electrónico, me mandará un email
recordándomelo. “Es que no tengo internet”, le digo. Es entonces cuando veo en
su cara su recuerdo de que soy extraterrestre. “No pasa nada, sin problema,”,
me dice.
Si en todo este
proceso, suena un teléfono, estoy segura que me registran.
He podido comprobar
cómo sin internet ni teléfono, nos deshumanizan
y convierten en seres extraños, a los
que no nos entienden, nos miran raro y por supuesto no nos creen. Es evidente
que se necesitan protocolos menos informatizados y más humanos.